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Opinión

Fraude del siglo 

Pensando en La gente

La situación caótica que predominó en Nuevo León durante la etapa posrevolucionaria estuvo marcada por la manipulación de los procesos electorales por parte del gobernador. La incipiente estructura electoral derivada de la Constitución Política de 1917, que fomentaba la participación de los partidos políticos, el voto ciudadano y el respeto al sufragio, fue constantemente pisoteada por quienes ostentaban el poder político, como sucedió en las elecciones para gobernador del 8 de junio de 1919, en las que resultó ganador Juan M. García; sin embargo, el mandatario estatal Nicéforo Zambrano instó al Congreso local a declarar vencedor al Gral. José Eráclito Santos, quien había obtenido una ínfima votación. Veámoslo a continuación.  

En estos comicios participaron el Gral. Marciano González, por los partidos Electoral Obrero, Radical de Obreros y Estudiantes y Constitucional Progresista; el Gral. y Lic. Pablo A. de la Garza, del Partido Constitucional Reformista; Alfredo Pérez, por el Partido Demócrata; Juan M. García, del Partido Constitucional Independiente; y el Gral. José E. Santos, postulado por el Partido Constitucional Neoleonés. Se pronosticaban unas elecciones reñidas, en las que seguramente habría fricciones y actos violentos dadas las circunstancias de inestabilidad social y política que imperaban en la región. 

El día de la elección se cometieron en la ciudad de Monterrey una serie de actos violentos que empañaron la legalidad de la contienda. A las 7:30 a. m. sucedió el primer conflicto de sangre: en un automóvil propiedad del Lic. Diódoro de los Santos, del Partido Constitucional Independiente, conducido por el chofer José Ángel Díaz —quien era presidente de uno de los clubes dependientes del mencionado partido—, al llegar al cruce de las calles Zaragoza e Isaac Garza, fue acribillado, perdiendo la vida al llegar al hospital.

 A las 11:00 a. m. se recibió una denuncia de que en el barrio de Verea se había registrado un tiroteo entre partidarios de algunas candidaturas. A la misma hora, el alcalde de Monterrey, el Prof. Joel Rocha Barocio, al encontrarse en el balcón del palacio municipal de la calle Zaragoza, fue increpado cuando “varios automóviles, tripulados por propagandistas, al advertir su presencia, le gritaron frases insultantes y vivas para sus candidatos”.
Poco antes de mediodía, en la casilla instalada por el Degüello, Antonio Cantú, propagandista de uno de los partidos contendientes, fue salvajemente golpeado con un bastón por uno de los candidatos a la gubernatura (no se especifica el nombre).
En las calles adyacentes a las oficinas del Partido Constitucionalista Neoleonés, a dos de sus autos les poncharon las llantas. 

A las 4:15 de la tarde en la casilla núm. 26, por el Teatro Progreso, varios individuos con pistola en mano se robaron la urna; minutos después empezaron a recibirse reportes del secuestro de otras urnas por parte de hombres armados. A las 6:00 p. m. se tenía confirmación del robo de siete urnas, las correspondientes a las casillas 5, 26, 38, 50, 52, 55 y 56. Un destacado militante del Partido Democrático aseguró a un reportero que en esta ciudad habían sido asaltadas y secuestradas 17 casillas electorales. Por si esto fuera poco, cerca de la residencia del Juan M. García —ubicada en la calle Washington, entre Arista y Dr. Coss— fue arrojada una bomba de dinamita, por lo que el alcalde mandó montar una guardia a las afueras de ese domicilio.

Esta serie de anomalías fue el comienzo de una turbia actuación por parte del gobierno carrancista, que, dejando de lado la voluntad popular, impuso a su candidato preferido. Los militares llevaban la batuta, por lo que Juan M. García estaba en franca desventaja frente a los militares Santos, González y De la Garza. Tres días después de las elecciones se publicaron las cifras recopiladas por los partidos políticos contendientes: el Constitucional Progresista, Constitucional Independiente y Demócrata reconocieron que Juan M. García había sido el ganador de la elección por un amplio margen; solamente el Constitucionalista Neoleonés afirmó un triunfo apretado de José E. Santos. 

Aunque no se publicó la cifra oficial de los comicios por parte de la comisión electoral, el resultado que acopió la prensa local en las 85 casillas electorales de Monterrey arrojó el siguiente resultado: Juan M. García, 4,757 votos; Alfredo Pérez, 1,120; Gral. Marciano González, 858; Gral. Pablo A. de la Garza, 339; y Gral. José E. Santos, 147. Por su parte, la historiadora Leticia Martínez Cárdenas, en su libro Gral. José E. Santos, comenta que éste “ganó las elecciones con un amplio margen en 33 municipios”, aseveración que no sustenta documentalmente. 

Al margen de estos datos, el Congreso del Estado, acatando la disposición del gobernador Zambrano, en su sesión del 2 de octubre de 1919 decretó gobernador constitucional del estado al Gral. Santos, “por haber obtenido válidamente la pluralidad de votos a su favor”. En la mayoría de los decretos relativos a comicios, el órgano legislativo especifica el número de sufragios que obtuvieron los contendientes; despierta sospechas que en esta ocasión se omitieran las cifras. Si había dudas sobre la manipulación de los resultados, la actuación de los legisladores dejó en claro que se trató de un fraude electoral.     

A pesar de que Juan M. García acudió con Venustiano Carranza para solicitarle su intervención ante tal atropello, los dados ya estaban cargados hacia Santos, amigo cercano y compañero del “Varón de Cuatro Ciénegas”.  

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