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Opinión

Dios nos libre…

El Purgatorio de @elcabritomayor

En el fervor que nos da la grandeza de la fe, sabemos que en todo momento y a cada paso  que damos, Dios está con nosotros. Pero lo cierto es que la gran mayoría nos acercamos más a él cuando, en nuestras vidas, atravesamos por momentos complicados. Esto ocurre, generalmente, cuando las proyecciones de la situación personal por la que pasamos sobrepasan los alcances de nuestras propias manos y nuestro propio entendimiento.

El dicho es muy claro: “cada quien es el arquitecto de su propio destino”, y aunque el ser pudiera tener muy bien definidos sus objetivos, lo cierto es que, para llegar a ellos, no necesariamente debe estar descubierto el camino para conquistarlos. Es como aquel que viaja de un punto distante a otro: con solo poder observar el camino inmediato a su paso, podrá llegar a su destino a través de la fórmula de la constancia.

Pero hoy, la gran mayoría nos encontramos ante un camino extraño, complicado en apariencia, que pone muy seriamente en duda la consecución de nuestros objetivos personales. Sabemos que la fórmula de la constancia se alimenta de las ilusiones, los sueños y los anhelos, como los de aquellos que hoy mismo, por ejemplo, nos permiten volar, comunicarnos sin cables o calentar un café sin necesidad de encender el fuego.

Pero cuando las circunstancias “te mueven el tapete”, es decir, cuando de la noche a la mañana el escenario es otro, las expectativas y los planes trazados para llegar a ese objetivo, cambian. Y, en ocasiones, en ese cambio, las ilusiones, los sueños y los anhelos se destruyen.

Y tal es el caso que hoy tenemos frente a nuestro camino: un panorama incierto que hoy mismo, en apariencia, rebasa nuestro entendimiento y los alcances de nuestras propias manos, pues por más constancia que se aplique en nuestro quehacer, parece ser que las circunstancias adversas actúan cada vez con mayor codicia en nuestra contra. Y si no me cree, estimado lector, observe su tanque de gasolina, el contenido en el interior de su refrigerador o el contenido de su cartera o su cuenta bancaria.

Por ello hoy lo invito a que me acompañe en nuestras plegarias, tan llenas de fe, para que Dios nos libre de aquellos ambiciosos narcisistas, esos que necesitan de ser admirados por su entorno inmediato y que hacen cualquier cosa, hasta mentir, para llegar a ostentar una posición de poder.

Que Dios nos libre de los megalómanos, esos que, con el poder, tienen la creencia de tener el derecho de cambiar, a su antojo, la vida de los demás… Que Dios nos libre de aquellos que dicen estar preocupados por los problemas de la gente y, en su actuación, revelan su falta de sensibilidad y empatía hacia ella.

Que Dios nos libre de aquellos que se creen seres superiores a los demás y hacen del autoritarismo, la prepotencia y la arrogancia con la que visten su rara manera de actuar una enfermedad oculta, que padecen sin siquiera reconocer que son portadores de ella.

Que Dios nos libre de los misóginos que van derramando, a lo largo de su andar, comentarios estúpidos, machistas, sexistas e hirientes en contra de quienes consideran inferiores a ellos.

Que Dios nos libre de los extrovertidos que gustan de expresarse públicamente de manera tonta, insensible, irresponsable, grosera y arrogante… Que Dios nos libre de los intolerantes que no soportan la crítica constructiva, que están llenos de prejuicios, que discriminan, que no escuchan y que piensan que toda la verdad habita en lo que ellos piensan.

Que Dios nos libre de aquellos fanáticos de la seguridad de sus ideas que, cuando no reciben el beneplácito de los demás, son hostiles, agresivos, pedantes, groseros e intolerantes… Que Dios nos libre de aquellos que tienen el poder para hacer de él negocios personales, como si jugaran “al turista”.

Que Dios nos libre de aquellos que, con sus ideas, construyen —más allá de un muro físico— muros mentales alrededor suyo, donde el bien común no tiene cabida.

Por ello, y en pocas palabras, estimado lector: que Dios nos libre de los malos políticos… ¡Amén!

Por hoy es todo. Medite lo que le platico, estimado lector, esperando que el de hoy sea un reflexivo inicio de semana. Por favor, cuídese y ame a los suyos. Me despido honrando la memoria de mi querido hermano Joel Sampayo Climaco, con sus hermosas palabras: “Tengan la bondad de ser felices”. Nos leemos, Dios mediante, aquí el próximo lunes.

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