Manteniendo tradiciones vivas a base de tesón, esfuerzo y sobre todo mucha sazón.
Hay un restaurante en mi ciudad natal que tiene una historia muy accidentada. El Cherokee Station, abrió en 1980 y se especializaba en carnes asadas, con el estilo de los restaurantes de antes: Carnes por kilo, bien preparadas, que te llegaban en un comal ardiente.
El resto del menú era sencillo: Guacamole, quesos, frijoles, etc. La joya del menú, para mí, eran unas enchiladas a base de chiles secos con un ligero toque dulce. No tengo muchos recuerdos de haber visitado la primera ubicación en la que estuvo el restaurante.
Sí recuerdo que ya más grande, llegué con ellos al restaurante y a pesar de no ser un lugar tan elegante, no me dejaron entrar en pants.
Años después, la ubicación inicial del restaurante cerró, y se trasladaron a una más céntrica, en la que duraron poco tiempo. Supe después que regresaron a la sede original, pero de nuevo tampoco duró tanto.
Si recuerdo, el propietario había fallecido y a su familia no le interesaba mantener abierto el restaurante. Para sorpresa de muchos, a casi treinta años de su apertura, volvió a aparecer el restaurante en una tercera ubicación.
Cuando los visitamos, mi papá averiguó que algunos empleados del restaurante habían hecho esfuerzos para adquirir el restaurante de la familia, y así mantener viva la tradición. Un admirable esfuerzo, sin duda. En esa ubicación los visitamos varias veces y ahí ya de plano quedé prendado.
Duraron unos años en esa sede y nuevamente se tuvieron que desplazar. No recuerdo cuánto tiempo estuvieron en esta cuarta ubicación, pero tampoco fue mucho. El siguiente movimiento, lo hicieron no sólo en cuanto al lugar, sino también con la novedad de que los operaría un grupo restaurantero.
El grupo intentó modernizar el restaurante, agregándole las amenidades que uno encuentra en los restaurantes de carne modernos. De la mano de una joven y talentosa chef, renovaron el menú y, aunque ya no vendían carne por kilos, se la perdonamos porque agregaron unos platillos bastante buenos, y respetaron las enchiladas.
El año pasado, me sorprendió la noticia de que el restaurante cambiaba de nombre. Me explicaron que en el acuerdo de operación, el nombre no había dejado de pertenecer a aquellos empleados que lo habían adquirido, y que aparentemente ya se había dado por terminado el convenio.
Les perdí la pista, pero de nuevo, como el fénix, renació el restaurante. Justo acaba de reubicarse una vez más y pude visitarlos.
Me sentí como hace casi veinte años cuando recién había sido adquirido.
El menú simple, la decoración sencilla pero adecuada, y la comida todavía con detalles, pero se veía que el poco personal disponible estaba haciendo grandes esfuerzos por satisfacernos. Estoy seguro de que en breve ya estarán más asentados, pero por lo pronto, volvería sólo por esas ganas que le están poniendo.