La fiesta y las tradiciones vienen acompañadas de acciones que cada día se alejan más de la sustentabilidad y en donde unos tienen algún placer muchos otros sufren las consecuencias de la diversión o negocios de los que promueven la fabricación, transporte, comercialización y uso de artificios u objetos de pirotecnia, ya sean solo luces o detonaciones generalmente a base de pólvora.
Debo decir que para escribir esto platiqué con mi amigo desde la juventud el comandante Alejandro Zúñiga Alarcón, quien hoy sirve a la comunidad como director de operaciones de Bomberos de Nuevo León, me dio datos para sustentar estas líneas y poder analizar si estamos haciendo lo correcto o debemos modificar nuestras conductas, trataré de explicarme.
La semana pasada en un domicilio de Apodaca donde se almacenaba mercancía de pirotecnia, hubo tres menores intoxicados por el humo, la madre de ellos sufrió quemaduras en su cuerpo y un vecino que gentilmente acudió en auxilio también resultó con lesiones.
La última noche del año 2023 se registraron 54 servicios de emergencia que tenían que ver con fuego, donde el 80% están relacionados con objetos de pirotecnia, este dato nos habla de la cantidad de daños a patrimonios propios y de terceros que resultan afectados por estos artefactos que creen que son de diversión pero estoy seguro que si le preguntamos a los propietarios de negocios que fueron consumidos por el fuego y que aunque haya visto y tenga pleno conocimiento quien o quienes fueron los que arrojaron los cuetes que provocan esas incontables perdidas materiales y que literalmente dejan en la calle a los afectados.
Si usted amigo lector le parece correcto quemar el dinero propio con el uso de estos objetos, creo que podrá estar de acuerdo conmigo que cuando se trata de que nos afecten en nuestro patrimonio, ahí cambia el sentido de las cosas y deja de ser divertido, incluso dejaríamos de discutir si se tiene derecho o no a su libre albedrío aun sabiendo de los riesgos propios que incurren quienes usan este tipo de objetos construidos con pólvora y explosivos.
La afectación a la salud que sufren personas con la condición de Autismo es muy severa y desgraciadamente a los tronadores de cuetes poco les interesa si afectan o no al vecino o personas mayores que habitan cerca de los domicilios donde se producen estos ruidos tan fuertes, no puedo dimensionar con exactitud, pero me imagino que pudiera parecer como estar en medio de un bombardeo y sin poder hacer nada, porque a donde te muevas te alcanza.
Luto en familias de perros que resultan afectados por los estruendos, sé de varios casos de perritos que estaban sanos que al dejarlos amarrados para que no se salgan y se pierdan o se crucen calles y avenidas mientras andan aturdidos con el ruido, es importante decir que la capacidad auditiva de los perros es mucho mayor que la que tenemos los humanos, por eso ellos se dan cuenta antes que nosotros de cualquier ruido o presencia en nuestra casa, pues esa soga que debía ser preventiva, o las rejas de la casa o los que se cayeron de azoteas o los que buscando protegerse se causaron muerte y múltiples lesiones, todo gracias a los sujetos que creen que es muy “nice” eso de tronar cuetes.
En diversos estudios sociológicos nos dicen que de la forma de tratar a las mascotas se puede desprender si hay un comportamiento con tendencia criminal, sin duda tenemos muchos con esa tendencia que a su vez son alentados por sus padres o las personas que deberían estar formando ser buenos ciudadanos y el respeto a una adecuada convivencia.
Otro dato que es interesante considerar es que por el humo y olores se desataron las alergias, las farmacias surtiendo los antihistamínicos propios de la temporada, pero con especial acentuación por efecto de la calidad del aire, que, así como en las carnes asadas en ese rato también impacto esa tradición sobre las mediciones. Así que por el lado que lo veamos esto de los cuetes nos significa como sociedad más perdidas que ganancias.
Reflexión: de que sirve permitir que subsistan estas prácticas tradicionales de luces y estruendos, cuando a todas luces resultan dañinas a la salud de las personas, de sus patrimonios, así como a la vida y salud de las mascotas. ¿Cambiamos las tradiciones o cambiamos de ciudadanos? Solo falta que los tronadores de cuetes vengan a reclamar la calidad del aire.
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