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Opinión

El sabor de la tradición

Crónicas de un comelón

¿En qué consiste que algo lo consideremos tradicional?

Por estas fechas, y desde hace un par de años, me pongo de malas al ver el tema de las catrinas y los desfiles alusivos al día de los muertos. No es que no me gusten, pero la gente habla de algunas de estas cosas como si vinieran desde siglos atrás. 

Recordemos que la Catrina es una creación de José Guadalupe Posada, y que su intención inicial era criticar a los mexicanos que querían parecer europeos. Su nombre inicial era “calavera garbancera”. 

Para su suerte, y quizás la de todos, más allá de la notoriedad que le dio su autor, un cierto pintor tuvo a bien ponerlo en un mural titulado Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. 

El pintor, de nombre Diego Rivera, le puso también el mote de “Catrina” con el que hoy se le conoce. El desfile… pues ese lo inventó James Bond. Así que una de estas centenarias tradiciones, quizás si tenga cien años, pero la otra, no lleva eso ni de lejos.

Justo recientemente escuchaba una reseña sobre un pastel de esos que actualmente están de moda, un cheesecake vasco. Entre los comentarios que hacía el autor de la reseña, decía que en la pastelería mencionada, siguen al pie de la letra la receta tradicional de la madre patria. 

Lo que me saltó fue la palabra “tradicional”, ya que según yo, la receta es de creación relativamente reciente. ¿Podríamos considerar tradicional también el uso de la manteca vegetal (discusión que tuve con mi madre al hablar de tortillas de harina), el volteado de piña, o el uso del “concentrado” de pollo en la cocina mexicana? 

Esas recetas e ingredientes, no tienen sus orígenes más allá del siglo XX, e incluso han sido promocionados por grandes compañías para impulsar sus ventas. 

Para salir de dudas, decidí recurrir al diccionario y ver en qué consiste que algo sea considerado tradicional. La respuesta fue que, para ser considerado tradición, algo debe ser pasado de una generación a otra. 

Siendo así, la Catrina, sin duda puede ser considerada parte de nuestras tradiciones, aunque el maquillarse de ellas, probablemente todavía no. Según yo, esa moda no llega ni a los veinte años. Tampoco lo sería el desfile. 

Del pastel en cuestión, se dice que su creación tuvo lugar por allá de principios de la década de los años noventa, por lo que, aunque a mis años lo quiera ver más cercano, ya tiene sus treinta añitos y por consiguiente, ya podría ser parte de la tradición española. 

La manteca vegetal, entonces, tendría más justificación para ser considerara tradicional, aunque no necesariamente la más meritoria por los cuestionamientos que ha llegado a tener sobre si en realidad es un producto más saludable que las grasas animales que buscó desplazar. Al menos del pastel español, y del volteado de piña, me quedo con la satisfacción de que son deliciosos. Esas tradiciones, bienvenidas. 

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