Las elecciones municipales de 1982 estuvieron enmarcadas por la crisis económica y la escasez de agua, factores adversos que fueron utilizados por la oposición para criticar al gobierno y presentarse como opción de cambio. Veámoslo a continuación.
El 5 de agosto, Rafael Gamboa Cano, delegado nacional del PRI, llegó a la ciudad para preparar el registro de precandidatos, evitando los tradicionales madruguetes, y tratando de lidiar con los diversos intereses al interior de su partido. Al respecto, comentó: “No hay destapados ni madruguetes, como se dice en el argot periodístico. No está decidido ningún municipio, no hay amarrados”. Tras reunirse con el gobernador Alfonso Martínez Domínguez, aseguró que la convocatoria saldría en la tercera semana de agosto con el fin de registrar candidaturas. En el caso de Monterrey, no habría candidato importado: se respetaría la decisión de las bases. Para esta fecha, se mencionaban para la alcaldía regia los nombres de Romeo Flores Caballero, César Lazo, Óscar Herrera Hosking, Víctor Gómez, Alejandro Chapa, Graciano Bortoni, Lucas de la Garza, Ricardo Cavazos y Jorge Treviño.
Del listado anterior se ponderó la figura de Bortoni, entonces secretario general de Gobierno y persona cercana al gobernador. Enseguida se habló de Flores Caballero, por su apego a la corriente López Portillista. Como tercera opción, se mencionó a Herrera Hosking, un candidato joven, bien preparado académicamente, capaz de aglutinar a su alrededor los sectores del partido y de resolver la crisis de servicios públicos que vivía la ciudad. El día 14 se anunció que el precandidato para la presidencia municipal de Monterrey sería el Ing. Óscar Herrera Hosking, quien se desempeñaba como director operativo de la Promotora de Desarrollo Urbano PROURBE, organismo encargado de construir la Macroplaza, uno de los proyectos icónicos del gobernador.
El anuncio se realizó en Palacio de Gobierno al filo de las tres de la tarde. Después hubo una manifestación de apoyo en las afueras del edificio del PRI, sobre la avenida Pino Suárez, donde cerca de 300 priistas de las colonias populares respaldaron el nombramiento del funcionario estatal.
Herrera Hosking, oriundo de la Ciudad de México, nació el 5 de marzo de 1943. Se graduó de ingeniero civil por la UANL y estudió un posgrado en Administración de Obras en la Universidad de Colorado. Durante la gubernatura de Luis M. Farías, fue asesor de la Dirección de Integración y Desarrollo, jefe de proyectos del INFONAVIT (1971-1973), director de Obras Públicas en el gobierno de Pedro Zorrilla Martínez (1973-1979), director de PROURBE (1979-1982), coordinador técnico de la campaña electoral de Alfonso Martínez Domínguez en 1979. Estaba casado con la señora María Luisa González de Herrera, originaria de Monterrey con quien procreó tres hijos. Fue presidente del Colegio de Ingenieros Civiles de Nuevo León y vicepresidente de la Federación del Colegio de Ingenieros de la República Mexicana.
Con esta designación se había echado por tierra, según la prensa, la máxima priista de que el segundo alcalde del sexenio del gobernador en turno lo ponen desde México, que el Ejecutivo estatal ¡no metía mano! Martínez Domínguez jugó bien sus cartas para llevar a la alcaldía regia a uno de sus principales colaboradores. Se dijo que el Comité Ejecutivo Nacional del PRI solamente le pidió al gobernador que su candidato para Monterrey tuviera cuatro características: “que fuera joven, que no tuviera pasado (sic), que fuera técnico y una capacidad probada de mucho trabajo.”
Al día siguiente de su destape, se reunió con el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado donde planteó su compromiso por una ciudad limpia, ordenada, digna y con los mejores servicios públicos. Mencionó ante los burócratas que las obras de relumbrón y carentes de sentido social no estarían dentro de su programa de gobierno.
De esta manera, el PRI aceleró su precampaña y comenzó a hacer ruido antes que sus contrincantes, quienes todavía estaban cuestionándose si participarían en la contienda municipal.
