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Opinión

Entropía

Crónicas de un comelón

 
Los sistemas no son infalibles.
 
No sé si escuché por primera vez ese término en algo que tuviera que ver con mis clases, o si de plano fue por ese muy emblemático monumento de la UDEM. Lo que sí es que es un término que se me ha quedado grabado desde entonces.

Si bien suele ser aplicado a cosas que quizás para todos nosotros sean muy técnicas, la versión súper simplificada de la acepción de entropía con la que me he quedado es: Declinación gradual hacia el desorden o que un sistema que funciona perfectamente, eventualmente se descompone si se deja inatendido.  

Ya les había contado que hace tiempo me empezó a llamar la atención la organización y sistematización que utilizan los productores de comida rápida.

Deben estar organizados para que cualquiera pueda insertarse en el sistema, y los resultados sigan siendo consistentes y eficientes. Desde aquella vez me gusta observar la forma en los que los negocios de comida rápida operan, claro, siempre que la construcción me lo permite y haciendo eco de lo que dijera alguna vez Enrique Olvera, el de los arcos es el rey.

Sin embargo, ningún sistema es perfecto y recientemente tuve un triste recordatorio. No sé si ya vieron que algunos de estos lugares se han modernizado. El sistema de producción parece ser igual, y el cambio parece haber sido más en cuanto a la forma de ordenar.

Te recomiendan hacerlo desde tu teléfono, o en unas muy atractivas pantallas colocadas en la entrada, desde ahí, puedes pagar directamente con tarjeta o acudir a la caja y pagar en efectivo.

Yo, resistente al cambio, llegué a pedir a la caja, a la antigüita y desde ahí empezó el problema, diez minutos de espera por un aparente inconveniente en el cambio de turno. De haber un cliente delante de mí, eventualmente se había hecho una fila detrás.

Hablando de pantallas, el nuevo sistema informa constantemente a los clientes sobre el estatus de los pedidos: Si están en preparación o ya listos para recoger. Así, pude constatar cómo los pedidos empezaron a aparecer, aunque sin parecer respetar la secuencia de las órdenes.

Cuando vi que salió el pedido que seguía del mío, me acerqué a preguntar y me dijo el joven que era porque salían según la complejidad. Volteé a ver la mesa de expedición repleta de charolas a medio surtir y le dije que sólo había pedido papas.

Sin argumentos, volteó a ver su pantalla, y en un minuto tenía mis papas en la mano, justo antes de que aparecieran como listas en el sistema. En total, desde que nos amontonamos varios clientes en la caja, y vaciaron la pantalla de los pedidos, pasó más de media hora.

Me quedé con ganas de saber si esa determinación de complejidad la hacía el sistema, o alguna cabeza humana, o si había más pedidos de auto, pero me quedó claro que el sistema sufrió una declinación hacia el desorden.

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