La manteca de Karité es uno de los recursos más valiosos que nos brinda la naturaleza para hidratar, proteger y rejuvenecer la piel. Proviene del árbol de Karité, cuyo nombre significa “árbol de mantequilla”, el cual puede llegar a medir 15 metros de altura, y vivir hasta tres siglos.
El Karité crece en las sabanas del oeste de África y su fruto, rico en lípidos, antioxidantes y vitaminas, ha sido utilizado desde tiempos inmemorables para el cuidado corporal. Para extraer la manteca, tradicionalmente se machacan las almendras del árbol, se tuestan y se amasan hasta formar una pasta.
Para identificar un producto auténtico, basta revisar la etiqueta y buscar su nombre botánico: Butyrospermum parkii, en honor al explorador escocés Mungo Park, quien lo introdujo a Europa y difundió sus virtudes.
La manteca de Karité actúa formando una película invisible que evita la deshidratación y protege la piel del sol, el viento, la contaminación y los cambios bruscos de temperatura.
Sus compuestos ayudan a reducir la inflamación, regenerar los tejidos y calmar irritaciones, un aliado ideal para pieles sensibles o con tendencia a enrojecerse. Su uso continuo mejora la elasticidad y contribuye a prevenir los signos de envejecimiento, además de brindarle a la piel un efecto satinado, terso, hidratado y suave.
Se puede utilizar durante el embarazo para prevenir la aparición de estrías. Durante la lactancia previene la formación de grietas en el pecho, y protege al bebé de enrojecimientos de la piel por la fricción de los pañales, pudiéndose aplicar cuantas veces sea necesario. También para la nariz irritada por las alergias o los resfriados.
En el cabello, protege de la radiación solar, restaura la estructura capilar y aporta brillo y volumen. Para aprovechar sus beneficios, se puede aplicar con un suave masaje y dejar actuar unos minutos antes de lavar.
La Manteca de Karité es muy útil para tratar los labios resecos por el frío, a los que aporta un brillo natural. A continuación, te comparto una receta de bálsamo labial, natural y fácil de preparar.
● 4 cucharadas de aceite de coco
● 1 cucharada de manteca de karité
● 1 cucharadita de miel de abeja
● 5 gotas de aceite de menta puro
Combina el aceite de coco y la manteca de Karité. Ponlas en baño maría para que ambas se derritan. Agrega la miel de abeja y las gotas de menta, mezclando profusamente. Coloca tu mezcla en un envase de tu elección, de preferencia uno que puedas traer contigo fácilmente.
Déjalo enfriar antes de usar.
De todo lo que ofrece la naturaleza, la manteca de Karité sigue siendo uno de los tratamientos más efectivos para la piel reseca e irritada, y un excelente aliado antienvejecimiento.
Durante el invierno, cuando la piel tiende a resecarse, volverse áspera y perder elasticidad por el aire frío, la manteca de Karité se vuelve imprescindible en tu tocador.
