Sería el colmo que llegue la “rosca de Reyes” en enero y los que se sigan haciendo “rosca” sean los diputados de Nuevo León con la ya muy prometida Ley de las Preventas.
Dijeron que por ahí de septiembre la llevarían al pleno, pero lo cierto es que ni pudimos dar el “grito” —de felicidad— para ya tener regulado ese rubro, ni tampoco pudimos ahuyentar en la Noche de Brujas a los ventajosos inmobiliarios que incumplen con los tiempos de entrega.
Y para como vamos, el maratón “Guadalupe – Reyes” lo correremos con los mismos abusos de cuando ofrecen impresionantes propiedades mediante bellos renders, prometiendo grandes plusvalías, pero a la hora de la verdad los proyectos no se construyen en los tiempos ofrecidos, y a veces no se construyen ¡nunca!
Y eso es en el mejor de los casos, porque ha habido situaciones donde ni el terreno han comprado los desarrolladores, como pasó con Creare, en el municipio de Santiago, los cuales, por cierto, se oye que van a regresar pero con otro nombre, y ahora a todos los compradores defraudados los van a tratar de convencer de que tendrán que pagar más si quieren conservar sus propiedades, porque el precio que les ofrecieron de origen “ya no se sostiene”. ¡Qué bárbaros!
La cosa es que necesitamos ya que se regule ese proceso que hoy se conoce como “preventas”, pero cuya palabra misma es una falacia, pues no se está vendiendo absolutamente nada más que aire.
Y ojalá por lo menos se vendiera el “aire” de un proyecto no existente pero que se tiene el compromiso de construir, pero el gran truco de estas operaciones es que no hay un contrato de compraventa; en realidad, no hay ningún contrato firmado por las dos partes.
En la mayoría de las “preventas”, lo que se estila es que se firme una “oferta de compra”, que no es más que una hojita sin mucho valor jurídico en la que sólo UNA de las partes establece un compromiso (el compromiso de PAGAR, ciertas cantidades y en ciertos plazos).
La otra parte no se compromete a NADA, más que a contestar si acepta la oferta de compra, y esa respuesta suele tardar varios años. Una vez que contesta y acepta —y para entonces el comprador ya dio varios millones de pesos—, se procede a vender la propiedad, que ya deberá estar con cierto grado de avance, y es cuando se escritura.
El problema es que, en todo el período de la “oferta”, no pasa nada si la propiedad se retrasa o nunca se construye, pues jurídicamente no hay un compromiso firmado.
Eso sí, el dinero no se pierde porque se constata la entrega de un dinero que tendría que ser devuelto si la operación se cae, pero se devuelve sin un céntimo de intereses.
En la práctica, lo que hacen los ingenuos compradores de preventas es financiar al proyecto sin que el dueño tenga que invertir o arriesgar nada, pero del cual le pueden decir al final “siempre no te vendemos” y devolverle su préstamo sin ganancia alguna.
Ante las cientos de quejas, ya hay una propuesta de ley elaborada por el diputado local panista Carlos De la Fuente para regular estos ambiguos, débiles y volátiles procesos donde la gente está invirtiendo las ganancias de su vida y llevándose la decepción también de su vida.
¿Pero cuándo la vamos a ver aprobada, señores diputados? ¿Realmente va en serio su intención de ayudar a los nuevoleoneses afectados por este controversial mundo de las “preventas”? ¡Ojalá que sí!
