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Opinión

La insolación

Libros que suenan

“Ningún verano dura eternamente”, Stephen King.

Luego del reconocimiento y la crítica que le favoreció a su novela Nada en 1945, la escritora española Carmen Laforet publica siete años después: La insolación, la primera obra de su incompleta trilogía - Tres pasos fuera del tiempo.

Beniteca es una zona pesquera de Mallorca donde se encuentra la casa de verano que Martín, hijo de un militar, visita contando apenas con quince años. Criado por sus abuelos, el chico tiene una fijación hacia la figura paterna y desea ser como su padre, aprender en el cuartel; aunque su abuela ya le haya reconocido su talento para las artes.

La historia está centrada en tiempos de guerra, entre la dictadura franquista y la persecución judía. Sus amplias descripciones del entorno y las personas le dan un tono realista a los escenarios en los cuales los personajes requieren de la construcción de una identidad y personalidad, en este caso Martín, así como sus amigos adolescentes con quienes convive cada verano.

El padre de Martín, esa “sombra de un gigante”, que le llegó a sentenciar que “ser pintor no es cosa de hombres”, se convierte en una figura definitiva para que el joven defina su interés por la pintura y reconozca al final sobre su vocación: “Nada podrá detener esta fuerza cuando yo la ponga en marcha, y no me podrá atar nada, necesito libertad absoluta, ningún lazo familiar… ninguno. Ni ataduras, ni patria tampoco”. 
“Creo que un artista tiene que ser eso. Un hombre liberado en absoluto. Sólo así puede crear su mundo”.

La insolación refiere, no solamente a la exposición con el deslumbramiento del verano, la amistad, el magnetismo de las irreverencias juveniles o la vitalidad del poder de decisión.  

También tiene que ver con la sensación de sentirse observado, que alguien vivo te mira, el acecho que provoca resguardo o escapatoria.

La aventura de Martín cada verano es el desafío a las extrañezas de la amistad, del contacto con los adultos y el despertar de su propio carácter. Laforet en esta novela crepuscular, arroja la conversación a la experiencia del autoconocimiento.

Llegó a decir Adolfo Bioy Casares que la adolescencia era una verdadera iniciación a las derrotas y es posible que sí, Laforet haya creado un micro universo para definir el macro escenario de la adultez en todos los sentidos de la censura, las reglas, el autoritarismo, las imposiciones e incluso las expectativas hacia los jóvenes.

La época de La insolación describe los candados y el hambre por la fuga, correr de los convencionalismos. Una asfixia que, a decir por la atmósfera, a veces era más intensa dentro de las familias que fuera de ellas. 

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