1. No extraña que en estos tiempos de campañas electorales, como en múltiples ocasiones semejantes, los llamados de los ministros de culto para votar sean interpretados como intromisiones del clero en asuntos que no les competen. Ante algún documento, homilía o declaración de obispos y curas, que se refieran a las próximas elecciones, de inmediato surge el “dar al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”, texto que, suponen los críticos de estos pronunciamientos, fortalece la separación irreconciliable entre la Iglesia católica y el Estado.
2. Pero que mi amigo Bernardo Barranco, experto en cuestiones religiosas, se sume a esta constante me parece extraño. En su artículo del pasado miércoles 10 de abril, La acometida clerical en las elecciones 2024, publicado en La Jornada, se pregunta si la embestida clerical católica, que observa en tres elementos recientes, “¿es un round de sombra? ¿Un test para ver cómo reaccionan sociedad, clase política y en especial las autoridades que han sido morosas, ambiguas y tibias para aplicar la ley… un intento por dejar ver el músculo electoral de la población católica?”.
3. ¿Cuáles son esos tres fenómenos detectados por Barranco, que lo llevan a pensar no en hechos aislados sino en un comportamiento institucional? Van: a) la radicalización del episcopado católico en sus críticas al gobierno, a raíz del asesinato de los padres jesuitas, b) la formación de un proyecto por la paz, con la movilización de las bases católicas, apremiando a las candidaturas presidenciales a firmarlo, y c) la comparecencia “excesiva” (sic) de las candidatas a la presidencia, en los últimos meses, ante el clero católico. Detengámonos en cada uno de ellos.
4. En primer lugar, la voz alzada por los jesuitas de México, a causa del martirio sufrido por dos de sus miembros, significó no sólo el reclamo de una congregación religiosa ante la falta de seguridad en la sierra Tarahumara, espacio en donde, de manera heroica, trabaja desde hace décadas, sino que hizo suyo el grito desesperado de muchas otras regiones en el país, tomadas por el crimen organizado. Si los ultimados hubieran sido profesores, médicos o futbolistas, el mismo clamor habría surgido de sus respectivos gremios. No estamos ante una acción exclusivamente clerical.
5. En íntima relación con el factor anterior aparece el proyecto por la paz. Y es que los afectados coyunturalmente –jesuitas, Iglesia católica– no quisieron quedarse en la queja estridente, ni sumarse a la polarización existente, denunciando sólo el pésimo manejo de la seguridad por parte de las autoridades. Buscaron ser propositivos, y por ello lanzaron un proyecto durante dos años, en el que se dialogó con más de 20,000 personas y 1,600 instituciones, en más de 1,000 foros y conversatorios. Iniciativa plural, de la sociedad civil, y no sólo eclesiástica.
6. Y, por último, Barranco ve apariciones “excesivas” de las candidatas ante el clero católico. Él mismo da las cifras de tal “exceso”: en noviembre del año pasado y en abril del presente –dos veces– visitaron a los obispos católicos en su asamblea general ordinaria, y ambas vieron en Roma a Francisco, en febrero. Más allá de considerar si un par de ocasiones con los prelados y otra con el Papa constituyen demasiados encuentros, conviene recordar que fueron ellas, y no Francisco de Roma, quienes solicitaron la reunión. Lo mismo con el episcopado mexicano. Usted juzgue.
7. Cierre icónico. Aprendimos en primaria –¿o en secundaria?– la Tercera Ley de Newton: “toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto”. La violación de la inmunidad diplomática que realizó el presidente ecuatoriano a la Embajada de México en Quito no tiene justificación alguna. Pero sí puede haber una explicación: las declaraciones del Presidente mexicano. Insinuó que en el asesinato del candidato puntero en las elecciones de ese país, Fernando Villavicencio, algo tuvo que ver el que a la postre resultó ganador. ¿Reacción ante la acción?
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