Uno de los restaurantes honrados por la guía Michelin muy merecidamente.
No recuerdo ya cuándo fue que empecé a seguir a Oswaldo Oliva, probablemente después de que saliera en la temporada de Master Chef en la que participó Carlos Leal. El caso es que lo tenía en el radar. A través de las redes, pude ver cómo el chef ha llegado a destacar más allá de nuestras fronteras. Sin embargo, en un viaje reciente a la CDMX, la agenda no nos permitió buscar reservación en Lorea.
Unos meses después, se volvió a presentar la oportunidad de ir a la ciudad de los palacios, y casualmente, una persona de mi familia mencionó que acababa de escuchar en la televisión hablar de Lorea, así que me metí a la plataforma de reservaciones y sí pudimos conseguir mesa.
El día de la reservación contacté al restaurante para hacerles saber de la alergia de mi esposa, y para comentarles que iba una niña de seis años en el grupo. Mi interlocutor identificó rápidamente la reservación y también me comentó que había mencionado que íbamos con una persona que utiliza silla de ruedas y que estarían listos para apoyarnos para subir las escaleras.
Llegamos y efectivamente, entre varios, subimos las escaleras. Nos recibió Eduardo, que es nada más y nada menos que el gerente de operaciones, aunque en ese momento no lo sabíamos. Nos ofreció traerle a mi hija platillos del restaurante que tienen en el rooftop, Alelí. Le comenté que quizás valdría la pena traerle un menú y ya gestionaríamos. Aunque nos ofreció las experiencias de maridajes, en esta ocasión las rechazamos.
Así empezamos una gran cena. A mi hija le cambiaron los primeros tiempos para que no tuvieran picante y no sólo se los comió, sino que también me dejó sin media tetela. Siguió un aguachile muy particular: Toman los ingredientes típicos del plato, los queman y los hacen una pasta que sirven a un costado, en nuestro caso, de atún fresquísimo.
Seguimos con un “simple” tamal, acompañado de una muy clásica y muy francesa bisque; algo tan sencillo pero tan bien diseñado y ejecutado. Esos son los platos difíciles. En breve, no hubo plato malo, cada tiempo fue una experiencia por esa misma aparente sencillez y pulidísima ejecución.
Regresando a Eduardo, creo que es una de esas personas que se apasionan tanto por su trabajo, que quieren que todo el mundo sea partícipe de él. Nos sorprendió con las bebidas que nos recomendó e incluso nos regaló una prueba de un Vermut espectacular y una de las mejores cervezas sin alcohol que he probado.
Podría seguir por páginas hablándoles de la experiencia, pero no tenemos tanto espacio. Lorea es una experiencia que vale la pena conocer, un derroche de genialidad y generosidad. A la guía roja le pareció que no siempre funcionan sus ideas, pero creo que ahí los que fallaron fueron ellos.