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Opinión

¿Todavía hay izquierda y derecha?

Siete puntos

1. La posmodernidad promueve no sólo la disolución de los megarrelatos –la sociedad sin clases, el cielo para los que se portan bien, etc.– sino que ha impulsado, sobre todo a los más jóvenes, a una rotación laboral y sentimental sin precedentes. Los chavos batallan para permanecer en las empresas, comprometerse con alguna causa y establecer relaciones amorosas a largo plazo. Una expresión más, vigente hasta inicios de este siglo, es la distinción política entre derecha e izquierda, cada vez más ausente en los escenarios políticos de México y del mundo.

2. Debemos al politólogo italiano Norberto Bobbio el estudio más documentado sobre los orígenes y desarrollo de esa dualidad. Nace de manera accidental, durante los inicios de la Revolución francesa en 1789, cuando los delegados a la asamblea nacional que pertenecían a la aristocracia se ubicaron geográficamente a la derecha en el recinto, mientras que a la izquierda se situaron los autollamados patriotas. Los primeros buscaban conservar muchos aspectos del régimen derrotado; los segundos luchaban por desaparecerlos de manera definitiva.

3. Y con el paso de los años la izquierda asumió los valores de igualdad social, solidaridad, respeto a la diversidad y al pluralismo, el secularismo y el ambientalismo, el internacionalismo y el bienestar ciudadano. La derecha, por su parte, apostó por el nacionalismo, la autoridad, el conservadurismo, la identidad nacional, el orden jerárquico, el militarismo y la tradición religiosa. Surgieron, a mediados del siglo pasado, partidos políticos con una de las dos ideologías. Orgullosos de ellas, eran incapaces de aliarse con los de enfrente.

4. Pero varios factores han hecho que se diluya tal enfrentamiento, hasta el punto de casi desaparecerlo. Por una parte, el calificativo moral que se le otorgaba a cada uno de los polos o no gustaba –a la derecha– o, como lo afirma Fernando Savater en Carne gobernada, no lo merecía –la izquierda–. Ser de derecha significaba oponerse a los cambios estructurales, y eso no agradaba a personas y partidos conservadores; ser de izquierda, “progre”, otorgaba una aureola de honorabilidad en ambientes académicos y artísticos, aunque no se respaldara con hechos.

5. Por otro lado, y a partir de 1989, con la caída del Muro de Berlín, y la desintegración de la Unión Soviética, partidos políticos de ambas caras de la moneda han venido recorriéndose hacia posiciones más de centro. Instituciones como las socialdemócratas, asociadas siempre a la izquierda, han adoptado estrategias consideradas de derecha, como la promoción del libre comercio. Ángela Merkel o Boris Johnson, gobernantes de derecha, pugnaron por la intervención estatal para estimular el crecimiento económico, política pública considerada de izquierda.  

6. Pero quizá ningún ejemplo tan diáfano como el mexicano y el local. Las alianzas de partidos que, con razón o no, colocábamos en ambos lados del espectro político hoy se han unido. 

Aunque esta dicotomía siga formando parte del lenguaje ordinario, conviene reconocer que tales epítetos son ya muy limitados, y es mejor abrirnos a nuevos formatos para entender las diferentes propuestas. No nos vaya a pasar como a dos amigos que siempre han votado, confiesan, uno por la izquierda y otro por la derecha. No saben por quién sufragar el 2 de junio.

7. Cierre icónico. Si alguien en este país puede considerarse de izquierda es Roger Bartra, miembro del Partido Comunista Mexicano, director de El Machete, doctor en sociología por la Universidad de París, y firmante junto con 250 intelectuales del desplegado que tanto molestó a Palacio Nacional. Hace dos años, al cumplir 80, escribió: “Muy pocos ya suponen que el presidente representa los ideales de la izquierda. Yo nunca lo creí, así que no me dolió que no cumpliera con esos ideales. Me da tristeza, eso sí, que la izquierda se encuentre al borde de la extinción”.

papacomeister@gmail.com

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