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Opinión

Nuevo León en el Zócalo

Columna Invitada

El sábado 6 de diciembre, el Zócalo unió al pueblo de México, una vez más, para celebrar la transformación del país. Ese día, miles de mexicanas y mexicanos de todas partes del país nos reunimos para acompañar a nuestra presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y dejar claro que no está sola en su compromiso por gobernar para el pueblo y no a costa de él. Lo hicimos desde el corazón del país: aquél que nos ha visto tantas veces concentrado para defender la democracia, la libertad, la soberanía y nuestro bienestar, como bien lo dijo nuestra Presidenta. 

En esa celebración estuvimos también muchas y muchos nuevoleoneses que viajaron desde nuestra tierra para acompañar a la Presidenta. Personas de todos los municipios —desde el área metropolitana hasta el norte y el sur del estado— decidieron hacer presencia porque saben que este proyecto no solo se construye en Palacio Nacional, sino en las calles: en cada hogar, en cada barrio y en cada comunidad que sigue resistiendo y trabajando para sacar adelante a México. 

Verlos ahí, con banderas, pancartas, pero sobre todo con convicción, me llenó de un orgullo inmenso. Nuevo León es tierra de transformación.

Desde 2018, el pueblo mexicano decidió poner un alto al mal gobierno, corrupto y lleno de privilegios, para apostar por un proyecto de nación guiado por el humanismo mexicano. Con el expresidente Andrés Manuel López Obrador al frente, pasamos de un país secuestrado por una oligarquía que veía al Estado como botín, a una democracia que ponía al pueblo mexicano en el centro, especialmente a quienes más lo necesitan.

Hoy, con Claudia Sheinbaum, esa ruta se consolida. Su liderazgo es garantía de que no habrá marcha atrás. Su congruencia, su inteligencia, su compromiso y su cercanía con la gente son el motor para seguir desterrando la corrupción, la impunidad y profundizar la justicia social. 

Desde Nuevo León lo vemos y lo sentimos: la Cuarta Transformación ha traído bienestar a nuestra gente; ha sacado a miles de personas de la pobreza; ha enfrentado al crimen con inteligencia y coordinación; ha apostado en Nuevo León como pocos gobiernos federales lo habían hecho.

Transformar un país no es sencillo. En el proceso, aquellos que ven sus privilegios amenazados buscan cualquier excusa para regresar al pasado. En estos días lo hemos visto con claridad: campañas sucias en redes sociales, compra de bots, consultores que inventan mentiras o comentócratas que fabrican historias de ficción y que claman por una intervención extranjera. 

Pero tonto el que cree que el pueblo es tonto. 

Las y los mexicanos tienen claro lo que había antes y lo que hay ahora. Por más guerra sucia y por más intentos, el pueblo de México resistirá y seguirá adelante con la transformación encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum. 

Eso fue palpable en el Zócalo este 6 de diciembre. 

Nuestro movimiento ha hecho lo impensable para los gobiernos anteriores: demostrar que la modernidad y el bienestar de una nación no se construyen a costa de su gente, sino que pueden levantarse desde abajo, sin excluir a nadie. Sobre todo, que sí es posible desarrollar un país sin dejar a nadie atrás y que puede haber un gobierno con la capacidad de transformar la vida de las personas.

Eso es lo que distingue a la Cuarta Transformación y a todos aquellos que militamos en ella y que creemos en ella: la convicción de que nuestro destino es el bienestar del pueblo de México.

El sábado celebramos, pero también renovamos el compromiso. 

La transformación no es sólo un proyecto de gobierno, unas cuantas palabras. Es una forma de ejercer el poder: una sin privilegios, sin robar, mentir ni traicionar al pueblo. Pero, sobre todo, una que no se hace desde la comodidad de un escritorio. Por eso, al igual que recorremos las calles, ahora tocó caminar hacia el Zócalo de la Ciudad de México, para, al igual que lo hacemos en Nuevo León, acompañar a nuestra Presidenta y decir que es un honor defender su proyecto de nación.

Siete años después, el mensaje es claro: la esperanza gobierna y el pueblo manda. Y mientras el pueblo siga mandando, México seguirá transformándose.

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