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Opinión

¿Qué aprendemos los papás en una competencia de baile?

Familia Viva

Este fin de semana viajamos a San Antonio, Texas, para acompañar a nuestras hijas en una competencia de baile. Por primera vez les tocó presentarse en el mismo grupo, así que íbamos el doble de emocionados. Confieso que, como muchos papás, a veces nos quejamos de las idas y venidas a los ensayos, de los pagos que parecen interminables y de la logística que se vuelve parte de la rutina familiar. Uno suele pensar que todo eso es un ciclo sin fin… hasta que llega el momento de verlas bailar.

Cuando suben al escenario, todo se olvida. No sólo por verlas en su elemento ni por ese instante en el que se transforman y nos sorprenden con lo que son capaces de hacer. Es una mezcla de orgullo, emoción y gratitud. Pero, más allá de la presentación, este fin de semana descubrí que lo que realmente ganamos los papás en estas competencias son aprendizajes que no siempre vemos venir.

Ver a nuestras hijas medirse con equipos de otros estados y países es observar cómo se prueban a sí mismas. Allí, en un escenario enorme y desconocido, las ves seguras, confiadas en lo que han practicado por meses. Y entonces entiendes que estas experiencias se convertirán en herramientas para la vida. No sólo están aprendiendo a bailar; están aprendiendo a enfrentarse al mundo. Durante su presentación hubo agua en el escenario, por lo que tuvieron que adaptarse y sacar el baile en equipo, a pesar de los inconvenientes.

Durante las clases que toman a lo largo del día, todas impartidas en inglés, los papás no podemos entrar. Eso significa que ellas deben gestionar solas sus horarios, sus cambios de vestuario, su hidratación, sus descansos y hasta la manera en que se comunican con los maestros. Para nosotros es un acto de fe; para ellas, un ejercicio de independencia. Ver cómo resuelven, cómo se organizan, cómo se ayudan entre compañeras… es presenciar en tiempo real la construcción de su autonomía. Y sabemos que eso es algo que les servirá siempre.

El trabajo en equipo también se vive distinto desde la mirada paterna. No sólo es el orgullo de verlas compartir un mismo propósito, sino la fortuna de verlas hacerlo como hermanas. Ensayan juntas, se apoyan, se corrigen, se animan. Entiendes que bailar en conjunto no es sólo coordinar pasos, sino aprender a confiar en la otra persona para que todo funcione.

Y entonces llega la parte que nos toca a nosotros: aprender a soltar. Confiar, creer, dejarlas crecer. Poco a poco, inevitablemente, te vas volviendo menos necesario. Y aunque hay una parte del corazón a la que eso le duele un poquito, el otro lado el pecho se ensancha al ver que el trabajo de años empieza a rendir frutos. Las ves caminar seguras hacia su salón, listas para enfrentar una clase nueva, y comprendes que ahora son ellas quienes marcan la pauta.

A todo esto, se suma la importancia de tener entrenadores y maestros con calidad humana. Gente que respeta los procesos individuales, que sabe que cada niña tiene un ritmo, una historia, una forma distinta de aprender. Ellos también enseñan, desde la paciencia, el cuidado y la disciplina, que el éxito viene del esfuerzo, pero también del acompañamiento correcto.

Este fin de semana, más que competencias, fueron recordatorios profundos de lo que significa educar y acompañar. Como dice aquella frase que hoy cobra más sentido que nunca:

“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida.
Sin embargo… en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño,
perdurará siempre la huella del camino enseñado”.
— Madre Teresa de Calcuta

Gracias a Ana, Marla y Scarlet por acompañar a nuestras hijas con tanto cariño y profesionalismo, y por hacer de @fdtsouthdistrict su segunda casa.

Gracias por leerme.

Dra. Marysol Flores Martínez
TedX Speaker · Autora · Consultora · Familióloga
Dra. en Liderazgo y Desarrollo Humano
Maestría en Psicología Neuroeducativa
Maestra de cátedra del Tec de Monterrey
Fundadora de @familiaviva.mx

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