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Opinión

El tiempo que no puede regresar

La buena vida: Hablemos de todo

La añoranza del instante que se nos ha escapado sin darnos cuenta.

Extraño las mariposas. Hoy me levanté tratando de recordar cuándo había sido la última vez que las vi de cerca. Fue en una exposición dentro de un parque de diversiones, que contaba con una carpa que tenía una red rodeando el espacio para que las mariposas no se pudieran salir. Había música clásica de fondo y sus alas se movían al mismo ritmo de las notas.

Mis hijos me esperaban afuera de la carpa, sudorosos, con el sol encima de sus rostros y con extrema incomodidad. Yo me encontraba en aquel santuario llena de asombro: Las mariposas detienen el tiempo. Son majestuosas y sutiles. Sus alas son poderosas, nos muestran la efímera existencia. El mundo sería desolador sin el vuelo de una mariposa.

Caminé lentamente y observé las plantas con diversos colores en movimiento. Avancé hacia el área central donde se encontraban las crisálidas colgadas de pequeñas ramas. Los caparazones eran conos infinitos con pequeñísimas líneas espirales marcadas sobre su piel.

Me detuve y pensé en el encierro del capullo que contiene al insecto para promover su desarrollo. Un encierro de metamorfosis. La transformación de larva a mariposa. El misterio de la vida se revela en la naturaleza, sólo hay que prestar atención y todas las respuestas surgirán.

Una mariposa aterrizó en mi pecho. La delicadeza con la que se posó en mí, dejó en mi mente una imagen que no tiene descripción. ¿Sabrá aquella mariposa que tocó mi corazón y que lo cambiado para siempre?

No imaginaba siquiera que la cuenta regresiva había comenzado: ¿Debía haber prestado más atención?, ¿hubiera prolongado mi visita dentro del mariposario? No lo sabía. Nadie lo sabe. Desconocemos aquel instante en el que el tiempo da vuelta y va de regreso hacia la añoranza de ese presente que se nos ha escapado sin darnos cuenta. 

El momento sólo perdura dentro de una memoria imprecisa donde la vivencia nunca es la misma. Estamos llenos de finales. Algo nuevo estaba iniciando también: una fecha sin caducidad. De pronto, la incertidumbre adolescente, le daría rienda suelta al caos.

Regresamos de ese “viaje de despedida”, de los parques temáticos y de mi comunidad de mariposas, directo al confinamiento del capullo.

Siento una extraña gratitud por eso. La generosidad del universo me había regalado un recordatorio, un evento que marcaría el inicio de la espera ansiosa de volver a ver a una mariposa. De salir de la puerta de mi casa para sentir la brisa contaminada de mi ciudad. De escuchar el bullicio y el ajetreo de una vida sin encierro.

Ojalá y pudiera tener la precisión de la NASA, que usa la cuenta regresiva para la preparación y anticipación del lanzamiento de un cohete, o la predisposición del encuentro de un cometa, para poder estar alerta de lo irrepetible.

Hoy me asomé por la ventana y no tuve suerte. Mañana, quizá me encuentre con el vuelo de una mariposa. Quizá.

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