Pareja en crisis
Pensamos de modo diferente, sentimos los problemas de modo diferente y, por lo tanto, ¡actuamos de modo diferente!
Si nos encontráramos en una habitación sin ventanas, ni puertas, y con un suelo lleno de serpientes y otras alimañas ponzoñosas, de alguna manera conseguiríamos sobrevivir, quizá buscando formas que, hasta no estar en esa situación, se nos pudieran ocurrir, pero ¿qué pasa si hubiera una ventana?
En automático sería nuestra única opción, incluso sin pensar a dónde nos llevaría o incluso si saldríamos a un vacío peor.
Bueno, esto se me viene a la mente cada que una pareja me plantea una crisis, por lo cual es muy importante que ante una crisis se planteen las siguientes premisas.
La firme decisión de permanecer fiel al otro, intentando solucionar todos los problemas que se presenten, poniendo la cabeza para pensar en los “como si” y el corazón para amar lo que tiene. Y me gusta esta palabra “decisión” porque nos sitúa en una posición de poder, de autoridad sobre lo que quiero para mí y el control que merecen mis acciones.
La comunicación verbal y no verbal que expresa esa decisión de salir adelante siempre. Los gestos pueden ser de indiferencia o de interés, de ternura o de frialdad, de aprecio o de desprecio, de serenidad o de tensión, de ilusión por hacernos la vida agradable o de ganas de “amargar”.
Siempre somos libres de elegir cómo tratar al otro. Pretendemos que la convivencia sea fácil y suele ser siempre difícil.
Para convivir se necesita continuamente ponerse de acuerdo a gustos diferentes a los nuestros; en la decoración de la casa, en el tipo de salidas, en los gastos, en las comidas, en los horarios, en el tipo de amigos, en la educación de los hijos, en las opiniones políticas.
Para convivir con gusto siempre hay alguien que hace un pequeño o gran esfuerzo y cede. Hay que ser consciente ello y valorarlo, no asumirlo.
La capacidad de dar importancia a lo realmente importante, sin pararse en las pequeñeces. Todos los días hay mil tonterías que se pueden pasar por alto. Deseamos que el otro no tenga defectos que nos molesten y que no sea avaro en nada.
No llegamos a saber cuáles son las consecuencias de ser diferentes. Pensamos de modo diferente, sentimos los problemas de modo diferente y, por lo tanto, ¡actuamos de modo diferente!
El marido o la mujer perfecto/a no existe. Los extrovertidos, simpáticos, alegres y animados suelen ser primarios y pueden hacer daño al decir cosas sin pensar, incluso llegan a ser superficiales.
Los intelectuales, profundos y serenos pueden ser poco sociables y preferir un libro a una salida o ser más complicados. Reaccionan tarde, pero les cuesta más perdonar. Todos los caracteres tienen luces y sombras.
La dedicación al trabajo es necesaria, pero cuando es excesiva, el tiempo para estar juntos es escaso. Nos gusta vivir bien, pero el horario de trabajo que supone estar muchas horas fuera de casa, nos resulta excesivo.
Esto nos enfila a dedicarnos poco tiempo a querernos. Faltan ratos para relajarse, para reconectar, uno tiende a buscar donde la pase bien y se sienta bien. Si no es en el matrimonio, será fuera de él o haremos vidas paralelas.