1. Durante mi estancia en Roma, hace ya más de 40 años, coincidí con un compañero que ansiaba tener una foto con el Papa. La presión de su familia y amistades era mucha, y su timidez no le ayudaba para conseguir la preciada imagen. Pero un día su obispo llegó a la ciudad eterna para hacer la visita ad limina, y le ofreció al estudiante acompañarlo para una entrevista privada. Era su oportunidad pues, como parte del protocolo, se incluía una foto con Juan Pablo II. Había, sin embargo, un serio problema: la cita se empalmaba…
2. … con el examen final de maestría que debíamos solventar. Consultó a sus cercanos, y no durmió durante días tratando de discernir lo que debía hacer: presentar el examen, que seguro pasaría pues era un excelente alumno, o asistir con su obispo al encuentro con el Papa.
Si optaba por el requisito académico, concluiría con éxito su proceso educativo, aunque se privaría de un momento envidiado por muchos; si prefería visitar a Juan Pablo II, satisfaría las exigencias familiares, pero regresaría a México sin título, principal objetivo de su estancia en Roma.
3. Huelga decir, dado el hostigamiento consanguíneo, que prefirió posponer el requerimiento escolar, y mejor obtener el exigido objeto que hoy adorna el escritorio de su oficina parroquial: la foto en la que aparece al lado del Papa polaco –con quien, me confesó, ni siquiera simpatizaba–. Las personas que lo visitan miran con asombro y no pocos celos el retrato y él, humilde pero con fingido orgullo, responde que sí, que sí es él quien aparece junto a Juan Pablo II, muy cerquita. Ya casi nadie se acuerda de que no terminó su maestría.
4. Pero no sólo los religiosos quieren ese recuerdo. También lo anhela nuestra clase política, y este deseo se incrementa con las elecciones ya en puerta. La semana pasada, tanto Xóchitl como Claudia, candidatas presidenciales, fueron recibidas por Francisco de Roma. Lo relevante no es que una sea católica y la otra no, pues la primera acude al máximo pastor de su Iglesia para recibir la bendición, y la segunda lo visita como el importante jefe de un Estado, el Vaticano, que es. Lo que cuenta es la foto, que proyecta una imagen positiva de ambas en el electorado.
5. Por cierto. No olvidamos que Andrés Manuel López Obrador obtuvo también la preciada fotografía con el papa Francisco. No fue en audiencia privada –como sucedió con Xóchitl–, ni en un despacho interior de la sede Vaticana –en el caso de Claudia–, es cierto, pero pudo colocarse en los primeros lugares de la multitud y hasta una carta le entregó al sucesor de Pedro. No podían faltar las críticas por este hecho, tildado de oportunista en aquella ocasión, como también en ésta ha sucedido con las aspirantes a la presidencia de la República.
6. Por estos lares regiomontanos sucede lo mismo, aunque con una variante. En los próximos meses pulularán por la curia arquidiocesana candidatas y candidatos a los puestos públicos en disputa, y de todos los partidos políticos contendientes.
Solicitan con tiempo la audiencia del arzobispo, y expresan las enormes coincidencias que, supuestamente, existen entre sus programas de gobierno y las actividades pastorales de la Arquidiócesis. Obvio, quieren una foto, para presumir en sus campañas, pero no se les concede. Esta es la diferencia.
7. Cierre icónico. Cuando se aconseja al máximo responsable de una institución –llámese director general, rector, obispo o presidente de la República–, es necesario comprender que no siempre aceptará tus sugerencias.
Si sus decisiones te son adversas, pero no afectan a tu conciencia, no hay más que apechugar. Pero si, como en el caso del recién fallecido, Carlos Manuel Urzúa Macías, los dictámenes de tu jefe lastiman tus íntimas convicciones, no queda de otra más que renunciar. Así pasó con el Dr. Urzúa. Ya descansa en paz, con su deber cumplido.
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