El éxodo silencioso: empresarios y profesionales mexicanos ya están haciendo maletas
Inteligencia Financiera Global
La noticia podría haber pasado inadvertida, pero su significado es profundo. Me refiero al artículo publicado por Forbes México el 19 de noviembre, titulado “Rumbo a Europa: el éxodo silencioso de las élites mexicanas”, que en los últimos días se viralizó en mi cuenta de X, @memobarba, por la inquietud que ha generado. Los datos son contundentes: más de 28 mil mexicanos han obtenido residencia legal en España este año, y más de 9 mil lo han hecho en Portugal. No hablamos de migrantes comunes, sino de familias que han invertido al menos medio millón de dólares en inmuebles: empresarios, emprendedores, directivos y profesionales altamente capacitados. Personas cuyo capital humano y visión empresarial sostienen buena parte de la economía del país.
Este “éxodo silencioso” refleja un deterioro sostenido del entorno que debería permitir vivir, invertir y formar una familia con tranquilidad. La nota menciona tres causas: la inseguridad creciente, el estancamiento de los servicios de salud y educación, y un Estado de derecho debilitado. No son revelaciones nuevas, pero sí una confirmación numérica del sentir que muchos empresarios han expresado durante años en privado.
Lo más llamativo es que muchos de estos migrantes no necesariamente planean llevarse sus negocios y capital. La mayoría quizá mantendrá operaciones en México, sobre todo porque Europa —su principal destino— dista de ser un paraíso para emprender, dada su carga fiscal y regulatoria. Pero esos mexicanos que se van sí se llevan algo muchísimo más valioso: a sus familias. Y con ellas, la educación financiera, la disciplina empresarial y la mentalidad de creación de valor que no se aprende en ningún aula. Ese capital humano, transmitido en casa y en la práctica diaria del negocio, es el que sostiene a una economía empresarial dinámica. Perder a esa generación es perder una parte irremplazable del capital humano empresarial de la nación.
Desde hace años explico que la diferencia entre prosperar o estancarse no depende solo del nivel de ingresos, sino de cómo se usa el dinero. Quienes entienden la lógica económica convierten su capital en activos, no en “males” que se deprecian. Esa es la esencia de la espiral ascendente —similar a la proporción áurea— que genera riqueza compuesta con el tiempo. Pero incluso la inteligencia financiera mejor aplicada requiere un entorno institucional mínimo: seguridad, reglas claras y justicia confiable. Cuando esos pilares se erosionan, la decisión de buscar horizontes más estables resulta racional.
Que empresarios y profesionales altamente preparados estén buscando residencia en Europa no es impulsivo ni emocional: es una lectura técnica del riesgo. Quien ha construido patrimonio entiende bien los peligros de un entorno donde la violencia avanza, las instituciones se debilitan y el Estado de derecho se diluye.
Todo esto ocurre mientras el gobierno presume cifras récord de inversión extranjera directa. Pero la aparente contradicción se disipa al ver un dato esencial: más del 84% de esos flujos son reinversión de utilidades, no capital fresco. Aun con cifras históricas, México no crece. La economía sigue en estancamiento, la inflación persiste y el PIB per cápita se reduce. Y, lo más grave: la inversión nacional —la que realmente genera empleos y oportunidades— va en caída. La inversión extranjera puede complementar, pero no sustituir la confianza interna.
Por eso el fenómeno descrito por Forbes México es tan relevante. La salida de quienes saben crear empleos, innovar y sostener empresas no es un dato anecdótico: es un mensaje estructural. Y ese mensaje es claro: la parte más preparada y productiva del país está perdiendo confianza en el futuro de México y, como nación, ignorar estas señales sería un error histórico.
