“Cuando el vacío existencial nos atrapa, una falsa identidad emerge”.
Estamos siendo testigos. Desde hace algunas décadas, en el inconsciente colectivo, se vive un vacío existencial. La existencia disfrazada de espiritualidad y de cursos de desarrollo humano.
Nadie sabe a dónde ir ni qué hacer con sus dudas. Cada vez hay mayor urgencia de escuchar discursos erráticos, simplistas, sin fundamentos e inverosímiles. Mucha forma, nada de fondo.
Hoy en día no se necesita tener ni estudios, ni años de experiencia, ni investigación, ni credenciales que avalen la preparación formal respecto a cualquier área de conocimiento.
Sólo se necesita un iPhone en el cual se pueda postear comentarios en alguna red social o hacer videos en vivo, reels de 30 segundos que es lo que dura nuestra atención, y saber hacer bailables.
Pasamos de ser estudiosos a ser influencers. Hace tan solo un par de décadas, los profesionistas eran quienes nos orientaban respecto a las temáticas para las que habían estudiado por lo menos cuatro años. Las licenciaturas y postgrados daban la credibilidad.
Los años de experiencia, también. Necesitábamos los fundamentos, las explicaciones reales y demostrables. Ahora no necesitamos nada.
Tampoco cuestionamos lo que escuchamos. Nuestra prioridad es divertirnos y anestesiarnos para poder alejarnos de una cruda realidad que nos acecha.
Estamos viviendo en la era de la mentira hecha verdad.
Creemos lo que sea con tal de que nos prometan, y hasta nos aseguren, que seremos libres de quienes somos, de nuestra historia, pero sobre todo, de nuestro miedo. De lo que nos duele la existencia.
No importan las licencias ni los títulos, ni los expertos en el tema: Mucha forma, nada de fondo. Sólo la promesa de que suene bonito, ¡ah! y que incluya café y galletitas. Evitamos el contacto y preferimos el zoom para reunirnos.
No es de sorprenderse que existan sectas con falsos gurús que prometen a sus seguidores la felicidad eterna. He conocido a varios. Se aseguran de quitarle la individualidad a las personas y su capacidad de reflexión. Les asignan etiquetas masivas para ejercer control basado en un sentido falso de comunidad y pertenencia.
“Valientes, emprendedores, soñadores”, son algunos de los adjetivos con los que su gurú los ha bautizado. También existen sectas violentas que en el “nombre de Dios” masacran y asesinan.
Hubo un tiempo donde la verdad no tambaleaba, se sustentaba con años de investigación, desarrollo de hipótesis, y después de mucho ensayo-error, la formulación de teorías.
Los valores también han cambiado, ahora resulta más importante “soltar” que “retener”, o “reemplazar a los que no sirven” en vez de “fortalecer los vínculos”.
El vacío existencial lo ha incendiado todo. Yo también he sido engañada: Aún gasto mi sueldo en cursos de desarrollo humano. Me cuento la mentira de que encontraré un maestro, un orador que no hable en vano. Tal vez necesitemos tocar fondo, para soltar la forma.