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Opinión

Recuerdos de Cuaresma

Crónicas de un comelón

Justo esta semana iniciamos el periodo cuaresmal o de vigilia. Más allá del significado religioso, y del sacrificio y reflexión a los que se nos invita en estos días, estoy seguro que muchos estamos pensando en algunas de las comidas típicas de la temporada.

Este año, casualmente el inicio de la Cuaresma coincidió con el día de San Valentín, así que me pregunto cuántas parejas, en su selección de lugar para celebrar la fecha, optaron por una u otra opción de restaurante, dependiendo de si el menú incluía carne roja.

Ya en estos días, encontraremos empanadas de atún y otros rellenos en los supermercados, las pescaderías quizás harán su agosto, pero me gustaría pensar en algunos de los platillos que cada vez son menos frecuentes de ver en las mesas o que como decíamos hace un par de semanas, son considerados entre los peores platillos… del mundo.

Quisiera que fuera una exageración, pero justamente hablé con mis alumnos de algunos de ellos y tristemente, con varios de ellos sí me hicieron cara de fuchi. Sí, la capirotada fue uno de esos platillos.
Como gordo consumado, no les puedo decir que no me guste la capirotada. Quizás sea un tema de nostalgia, y que como tal, sea un platillo que cada vez guste y se prepare menos. La abuela lo hacía, mamá lo hacía, pero si mi generación ya no lo hace, pues la que sigue quizás ni la haya probado.

Sería una pena pensar en esto ya que es un platillo que tiene una tradición centenaria. Se dice que nació en el siglo XV en España como platillo salado y casi seis siglos después sigue viva.

Los sabores y los ingredientes han cambiado, pero la esencia del platillo, que es el ir alternando capas de pan con otros ingredientes, bañarlos y posteriormente hornearlos se ha mantenido.

Las capirotadas de nuestros tiempos pueden tener una cantidad de ingredientes bastante variada: Pasas, piña, cacahuates, quesos de diferentes tipos, tomates verdes o rojos, coco rallado, grageas, licores, etc.
Ingredientes que quizás en otra situación no pensaríamos en combinar, quizás por eso algunos utilicen el nombre de este platillo para hablar de revoltijos, cuando el origen del nombre se supone que hacía alusión a un gorro.

¿Qué otros platillos vemos cada vez menos en las mesas? El cabuche es uno, aunque de este podemos entender que su consumo sea menor, al tratarse del botón de flor de una especie protegida.

No sé si alguien de ustedes se acuerde de los chicales o chacales… algunos afortunados los recordaron (o conocieron) hace poco porque aparecieron en el menú de Koli. Creo que alguna vez también ya les conté de cómo las flores de palma o chochas también son un platillo que casi olvidamos y creo que son apenas un puñado de personas los que recuerden los orejones. ¿Qué platillo recuerdan ustedes?

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