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Opinión

Réquiem por ‘Gonzalitos’

Pensando en La gente

El día de mañana se cumplen 136 años del deceso de una de las figuras más relevantes de la historia de Nuevo León: el Dr. José Eleuterio Raymundo González Mendoza “Gonzalitos”, nacido en Guadalajara, Jalisco, en 1813 y radicado en Monterrey desde 1833, cuando apenas tenía 20 años de edad. 

Su biografía corresponde a la de un preclaro benemérito, destacando su tenacidad e inteligencia, sobre todo su humildad y entrega por las causas sociales de su tiempo; un repaso a su legado resulta fundamental ahora que los gobiernos han trivializado el arte, la cultura y el humanismo, veámoslo a continuación.

El Dr. González fue un personaje que trascendió en diversas facetas del quehacer científico y académico: médico, educador, historiador, editor, higienista, traductor, poeta, ensayista y orador. En el plano político fue diputado local, gobernador en tres ocasiones y magistrado. 

Gestionó importantes obras que hoy son la base del desarrollo social y humano de la entidad, el Consejo de Salubridad, el Colegio Civil, el Hospital Civil, la Escuela de Medicina, entre otras. 

Su trato amable y generoso con la gente, principalmente sus pacientes, hizo que todos comenzarán a llamarle “Gonzalitos”. Como escritor y ensayista dejó más de 50 publicaciones, entre libros de medicina, historia de Nuevo León, biografías, discursos y manuales para estudiantes de bachillerato. En mi página web bibliotecamadero.com.mx comparto varios libros que he escrito sobre la trayectoria del sabio médico.

A las 11:00 de la noche del día miércoles 4 de abril de 1888, a los 75 años de edad, falleció de una afección en el hígado, en su casa ubicada en la calle Doctor Coss, entre Padre Mier y Matamoros. 

La triste noticia se esparció rápidamente en los periódicos locales y nacionales como La Defensa del Pueblo, El Escolar Médico, La Voz de México, La Patria de México, La Política, El Tiempo, El Universal, entre otros. El Congreso del estado decretó duelo público. Con la aprobación del gobernador Lic. Lázaro Garza Ayala se dispuso la formación de una comisión que tendría a cargo el ceremonial, siendo encabezada por el Lic. 

Francisco Valdés Gómez. El cadáver de “Gonzalitos” fue llevado al Hospital Civil para su embalsamamiento, que se efectuó el día 5. Al siguiente día, sus restos fueron colocados en un féretro ubicado en el aula principal del nosocomio que a partir de entonces los estudiantes llamaron “Hospital Gonzalitos”.

En la capilla del hospital se celebraron las exequias el día 7 de abril, una misa de réquiem a las 08:00 de la mañana, horas antes de llevar el cuerpo al Palacio de Gobierno para ser expuesto (ubicado en las actuales calles de Morelos y Escobedo). A las 04:00 de la tarde, una comisión de diputados recibió el cortejo, el cuerpo fue llevado a la recepción, donde recibiría las guardias de honor;  aproximadamente 15,000 personas visitaron el féretro. 

A las 05:00 de tarde del domingo 8 de abril, un carruaje trasladó los restos al ceremonial que se llevó a cabo en la plazuela del Hospital Civil. Al gobernador Garza Ayala le correspondió despedir el cortejo desde la puerta del palacio de gobierno, el  Gral. Bernardo Reyes encabezó la comisión especial que representaba a los tres poderes. 

Durante el recorrido del cortejo, las calles y la gente denotaba luto por todas partes; un silencio sepulcral reinaba en toda la ciudad, el comercio había cerrado sus puertas, la mayor parte de las habitaciones tenían en sus portadas o en sus ventanas cortinas negras, lazos enlutados, según la crónica de ese día. Entre los oradores de aquella ceremonia se encontraban los licenciados Ramón Treviño en representación del ayuntamiento de Monterrey y Francisco Valdés Gómez por parte de los tres poderes del estado; Hermegildo Dávila de la Escuela de Jurisprudencia y del Colegio de Abogados; el Dr. José María Lozano de la Escuela de Medicina y don Ricardo M. Cellard a nombre del Colegio Civil. 

Los restos del benemérito fueron colocados en la capilla del Hospital Civil (hoy Hospital de Zona del IMSS) y en cuya lápida, esculpida por F. Ferri, se inscribió: “No perecerá su memoria y su nombre será repetido de generación en generación. Eclesiástico cap.XXXIX v.10”.

Si “Gonzalitos” viviera lamentaría ver el estado en que se encuentran los archivos históricos, la producción de libros de historia y los museos. Parte de su vida la dedicó a organizar y dar a conocer el contenido de los archivos civiles y eclesiásticos, promovió museos de historia natural y fue un ferviente difusor de las efemérides nuevoleonesas, como fue el caso del Padre Mier. 

Por fortuna, el Hospital Universitario que lleva su nombre y la Facultad de Medicina siguen siendo el pilar de la enseñanza y la atención médica en el noreste del país: sus más caros anhelos.

Hay que decirlo claramente: es una lástima que a personajes de la talla del Dr. Gonzalitos se les mantenga en el olvido. Por indolencia cívica o ignorancia histórica, en los últimos 15 años, tanto el gobierno del estado y los municipios nunca se han ocupado de ofrecer un homenaje digno al sabio benemérito. 

El colmo fue en 2013, cuando se cumplió el bicentenario de su natalicio, su único reconocimiento fue la edición de tres libros sobre sus escritos médicos por parte de la Universidad Autónoma de Nuevo León y dos conferencias organizadas por algunos historiadores locales. ¡Eso fue todo! ¿Qué organizó el gobierno de Nuevo León y el municipio de Monterrey? ¡Nada! El Poder Judicial ni siquiera fue para grabar en su muro de honor el nombre de “Gonzalitos”, que sin ser abogado llegó a ser magistrado.

Es una preocupación latente el grado de trivialidad a que han llegado los actuales gobernantes, están quebrantando la memoria y el patrimonio de la entidad. ¡No se vale!
Un gobierno humanista desplegaría acciones trascendentes para difundir la obra y el legado del Dr. González, pero como este gobierno está bajo el signo del Instagram considera que las conmemoraciones póstumas, es mejor suplirlas con bailes masivos para mantener entretenida a su audiencia.

En conclusión, los actuales gobernantes están reprobados en historia y civismo por no dar a conocer la esencia y los valores de lo único importante: la gente.

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