Criar con amor no significa decir a todo que sí, ni evitarles cada obstáculo. Educar implica formar su carácter, enseñarles límites y prepararlos para la vida.
Ningún padre quiere criar a un niño caprichoso, egoísta o que crea que todo gira a su alrededor. Sin embargo, sin darnos cuenta, muchos adultos caemos en actitudes que, aunque bien intencionadas, terminan formando pequeños “dictadores” en casa.
Niños que exigen, mandan, se frustran cuando no se salen con la suya y creen que todo el mundo debe obedecerlos. Criar con amor no significa decir a todo que sí, ni evitarles cada obstáculo. Educar también implica formar su carácter, enseñarles límites y prepararlos para la vida.
Uno de los primeros pasos es ayudar a los niños a “descentrarse”, es decir, a entender que no son el centro del universo. No está mal que se sientan importantes y queridos, pero es clave que también aprendan a considerar a los demás.
A esperar su turno, a compartir, a escuchar, a convivir sin imponer su voluntad. De lo contrario, crecerán creyendo que sus deseos deben cumplirse siempre, sin importar el impacto en los demás.
Otro punto fundamental es evitar la sobreprotección. Cuando resolvemos todo por ellos, no los ayudamos, los limitamos. Si no los dejamos equivocarse, frustrarse o resolver pequeños problemas, nunca desarrollarán confianza en sí mismos. Dejarlos intentar, fallar y volver a intentar es una manera de decirles: “Confío en ti, eres capaz”.
Además, darles todo hecho o sin esfuerzo, les enseña que tienen derecho a todo sin merecerlo. Por eso es bueno asignarles pequeñas responsabilidades en casa, y explicarles que en la vida las cosas cuestan trabajo. Así, cuando logren algo, se sentirán orgullosos de sí mismos, y no sólo satisfechos por haberlo conseguido.
También es importante explicarles que los obstáculos son parte de la vida. No podemos, ni debemos, borrarles todos los tropiezos del camino. A veces, lo mejor que podemos hacer es estar a su lado mientras aprenden a levantarse. Los niños que nunca han enfrentado una frustración pueden volverse inseguros, intolerantes o dependientes.
Otro error común es darles todo lo que quieren sólo porque podemos. Que puedan tener algo no significa que lo necesiten.
Saber decir “no” también es una forma de amor. Si no aprenden a distinguir entre deseo y necesidad, es muy probable que más adelante se conviertan en adultos insatisfechos, que siempre buscan más sin valorar lo que tienen.
Por eso, aunque a veces cueste trabajo, poner normas y límites es una forma de demostrarles amor. Las reglas les dan estructura, seguridad y les enseñan a convivir en sociedad. Un niño con normas claras, se siente querido, porque sabe que hay alguien que se preocupa por él y lo guía.
Finalmente, recordemos una idea poderosa: No te preocupes por hacer a tu hijo feliz todo el tiempo; preocúpate por enseñarle a ser bueno, y entonces será feliz. La bondad, la empatía, la capacidad de compartir, de ser agradecido, de respetar a los demás... son valores que construirán su felicidad de manera duradera, mucho más allá de cualquier capricho cumplido.
Educar con amor, no es mimar sin medida, es formar personas fuertes, seguras y empáticas. Y para lograrlo, a veces es necesario decir “no”, poner límites y dejarlos esforzarse. Porque al final, un niño que crece con guía y cariño, no necesita mandar a todos para sentirse valioso.