Escena

La caída del último emperador de México

Su mandato destacó por sus medidas a favor de los trabajadores y la cultura, pero su afiliación con la monarquía europea, opositora al gobierno de Benito Juárez, significó también su fin


  • 18
  • Junio
    2017

En un día como hoy, de 1867, los disparos de un batallón de fusilamiento marcaron el final de una etapa en la historia nacional, ya que significaron la muerte de Maximiliano de Habsburgo, el último emperador de México, quien asumió el cargo tres años antes con el apoyo de Napoleón III y un sector conservador en el país. Por ello, a 150 años de su ejecución, el soberano Maximiliano es motivo de estudio y controversia, al no existir un consenso sobre su figura como gobernante.

Nacido el 6 de julio de 1832 en Austria, Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena arribó en 1864 junto a su esposa Carlota, quienes tuvieron un gran recibimiento en Puebla y la Ciudad de México durante los años en que el país se encontraba afectado por los enfrentamientos contra el ejército francés, como la batalla del Cinco de Mayo de 1862. A su llegada, historiadores afirman que sus primeras acciones de gobierno fueron la construcción de museos y preservar la cultura mexicana.

Entre sus actos, se encontró el imponer un límite de las horas de trabajo y abolir el trabajo de niños. También eliminó deudas campesinas, prohibió el castigo corporal y el monopolio de las tiendas de raya. Sin embargo, las fuerzas liberales encabezadas por Juárez, quienes buscaron eliminar su régimen apoyado por monarquías europeas, y para lo cual contaban con el apoyo de los Estados Unidos y la doctrina Monroe, sintetizada con la frase “América para los americanos”.

En esta etapa surgen las primeras diferencias que representaron el fin prematuro de su gobierno, ya que él se negó a suprimir la tolerancia de cultos y la devolución de bienes nacionalizados de la iglesia, lo que causó molestia y el retiro de apoyos de los sectores franceses, conservadores mexicanos, e incluso del propio Vaticano. Encima de todo ello, el apoyo norteamericano a la facción liberal se incrementó una vez que terminó la Guerra Civil, con lo que puso en riesgo su mandato y su vida.

De acuerdo con datos históricos, un general de la invasión francesa a cargo de la retirada de México le ofreció volver a Europa bajo su protección, sugerencia que fue rechazada por Maximiliano, cuya crisis se acrecentó con el viaje de la propia Carlota a distintas ciudades de Europa con el objetivo de conseguir apoyo para su marido, lo que no logró, y que también tuvo fuertes estragos en su salud mental.

Mientras tanto, su esposo fue capturado junto a los generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía, quienes fueron juzgados y condenados a muerte. La sentencia se cumplió en el Cerro de las Campanas, a pesar de los pedidos de clemencia de figuras europeas como el autor Víctor Hugo, las cuales no pudieron convencer a Juárez de impedir el fusilamiento, ya que el entonces presidente mexicano aseguró que era una forma de comunicar el mensaje de que no se permitirían gobiernos impuestos por extranjeros.

Mientras en México se avanzó al proceso de la restauración de la república, la ejecución de Maximiliano, quien tenía 34 años de edad, fue un evento que trascendió en Europa, ya que su cuerpo, el cual arribó a Austria en 1868 , fue colocado en la cripta imperial de Viena, donde aún puede ser observado; entre tanto, pintores como Jean Paul-Laurens y Édouard Manet plasmaron los últimos momentos del extinto Segundo Imperio Mexicano.



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